Esta historia bien podía comenzar con un érase una vez un
niño que nació en las montañas y, enamorado de ellas, les consagró su vida,
dedicándoles sus más bellas gestas. El caso es que desde que Kílian Jornet vino
al mundo, ha estado unido a la montaña. La profesión de su padre, Eduard
Jornet, guarda del refugio Cap del Rec en los Pirineos de la Cerdaña catalana,
hizo que pasase la infancia a 2.000 metros sobre el nivel del mar y rodeado de
nieve cinco meses al año.Eduard inculcó a su hijo el amor por las cumbres y los
preceptos que mueven a los montañeros. La influencia de su madre, Núria
Burgada, profesora de deportes de montaña, hizo que el deporte fuera su juego
preferido. Veintinueve años después continúa siéndolo."Cuando Kílian
empezó a andar, ya comenzó a andar mucho... era nuestro primer hijo y no fuimos
conscientes de ello hasta mucho después", dice Núria, quien recuerda que
cuando su hijo sólo tenía 18 meses se apuntó a una caminata por la zona de
Bagá. "Kílian hizo todo el recorrido llevando su mochila con sus cosas,
estuvimos ocho horas andando".Con tres años alcanzó la cima del Tuc de
Molières, su primer monte de más de 3.000 metros. Dos años después, a los
cinco, pisó el Aneto, la cima más alta de los Pirineos. "Cuando bajamos al
camping de Benasque, donde estábamos alojados, en lugar de descansar se puso a
montar en bici", recuerda su madre. El niño iniciaba un camino sembrado de
prodigios.En el verano siguiente, en un viaje familiar por los Alpes, hizo su
primer cuatromil, el Breithorn. Con sólo 10 años recorrió los Pirineos de punta
a punta: 800 kilómetros entre el Cantábrico y el Mediterráneo. Años después lo
haría de nuevo en sólo ocho días.Las fotos del álbum familiar de la época
muestran a la familia Jornet: padre, madre y dos hijos, Kílian y Naila, de
camping por Los Alpes, en una acampada pirenaica, haciendo senderismo por
Laponia y cosas así. Los lugares van cambiando al tiempo que en las imágenes se
ve crecer a los niños, pero las actividades son siempre las mismas: ocio,
deporte y vida al aire libre y en la montaña.
Con 13 años, Kílian entró en el Centro de Tecnificación de
Esquí y Montaña. Terminado el bachillerato, marchó a la estación de Font Romeu,
en el Pirineo Francés, para estudiar STAPS, titulación equivalente al INEF
español. "Así pude estudiar y entrenar al mismo tiempo". "En la
adolescencia, sus salidas a la montaña empezaron a preocuparnos", explica
Núria Burgada, "porque cada vez eran más atrevidas y más lejos". Su
hermano Eduard, tío de Kílian, gran escalador y sobresaliente equipador de vías
en roca, también recuerda aquella época: "Kílian nunca fue un niño ni un
joven normal. Las llamadas de mi hermana eran frecuentes y siempre empezaban de
la misma manera: "¿Sabes lo que ha hecho el Kílian esta vez?"",
y Núria le relataba la última burrada de su hijo. La familia también ha vivido
muy intensamente la última escalada de este fenómeno. "Conociendo a Kílian
y su afán minimalista, al no llevar ningún medio de comunicación, a no ser
cuando se encontraba con Seb Montaz, el fotógrafo, pasamos muchas horas de angustia
al no saber nada de él", reconoce su madre. "Cuando supimos el logro
de Kílian, nos fundimos todos en un abrazo. Yo me quedé en casa para vivir el torrente de
emociones que tenía en ese momento. Y ya más tranquila, por la tarde nos fuimos
con mi hija Naila y su compañero a un torrente de montaña", rememora Núria
de aquellos intensos momentos. La maestría de Jornet sólo puede equipararse a
su polivalencia. Corredor de montaña, esquiador de montaña, alpinista,
esquiador extremo... la enumeración de sus títulos y logros desborda el espacio
de estas páginas. Cinco veces campeón del mundo en la prueba vertical de esquí
de montaña, dos campeonatos del mundo individuales, cuatro copas del mundo
individuales, una copa del mundo en la Vertical Race y más de 30 podios desde
2008. Al tiempo que cosecha decenas de títulos, carreras y campeonatos, Jornet
tiene tiempo para realizar decenas de los descensos de esquí más extremos de
los Alpes.
En el mundo de las carreras de montaña, con 20 años batió de
largo el récord de la más prestigiosa del mundo, la Ultra Trail Mont Blanc. En aquella carrera estuvo a punto de ser
descalificado por causa del material obligatorio que deben llevar los
corredores. En vez de mochila, Kílian llevó una pequeña riñonera, la
cantimplora la cambió por una bolsa de plástico y cosas así. Cuando se comprobó
que llevaba todo, se dio por válido su récord.
Seis veces campeón de la Copa del Mundo de Skyruning y tres
de la Copa de Ultrarunning, en 2014 llevó más lejos su habitual papel de
devorador de títulos al conseguir en la misma temporada las tres copas del
mundo de Skyrunning: Ultrasky (larga distancia, más de 42 kilómetros), Skyrace
(media distancia) y Kilómetro vertical, algo que nunca nadie había logrado.
Su más de 400 campeonatos, copas, récords, descensos
extremos, escaladas y carreras vencidas se han refrendado con un buen número de
premios y reconocimientos, entre los que destacan la Medalla de Plata de la
Real Orden del Mérito Deportivo, Marca Leyenda, Aventurero del Año National
Geographic, Premio a la Gesta Humano Deportiva y Champion des Champions de
L'Équipe. 58 Kilos cuesta arriba Kílian lleva el peso de semejante historial en
una anatomía discreta. Con 58 kilos de peso, mide 1,71 metros. Eso sí, su motor
es el de un Fórmula 1. Con un porcentaje de grasa corporal de sólo el 8%, en
reposo no supera las 34 pulsaciones por minuto. Su capacidad pulmonar es de 5,3
litros, mientras que su capacidad aeróbica, VO2 max o consumo máximo de oxígeno
en un minuto, es de 91 ml/minuto/kilo.(La del ciclista colombiano Nairo
Quintana, por ejemplo, es de 86). Semejantes cualidades no podrían alcanzar la
expresión que muestra Kílian sin un entrenamiento espartano. Supera cada año
1.000 horas de entreno, 15.000 kilómetros a la carrera y 550 kilómetros de
desnivel positivo, es decir cuesta arriba.
Ha sido una de las gestas de Kílian Jornet la que le ha llevado
directo desde la cima más alta del mundo, el Everest, a las cabeceras de todos
los medios de comunicación del planeta. Por segunda vez en la misma semana,
Kilian Jornet consiguió alcanzar la cima del Everest sin oxígeno artificial ni
cuerdas fijas. Desde el campo base avanzado (6.500 metros) y en un día con
mucho viento, tardó sólo 17 horas en hollar la cumbre, batiendo su propia marca
ya que en el primer ascenso tardó 26 horas, lo hizo de una tirada, desde el
último lugar habitado situado a 40 kilómetros de distancia, sin ninguna ayuda
externa, ha superado 3.750 metros de desnivel hasta la cima del techo del
mundo.
El Everest a la carrera
Desde el campamento base avanzado, situado a 6.400 metros de
altitud, otros alpinistas también han realizado tiempos espectaculares. El
austriaco Hans Kammerlander subió a la cima del Everest y regresó en 23:30
horas en 1996. Aunque hizo el descenso esquiando, lo que reduce bastante el
tiempo comparándolo con hacerlo a pie.
En 2006 el también austriaco Christian Stangl rebajó este
recorrido a 22:42 horas.
La diferencia de ambos con la hazaña de Jornet, es que el
catalán ha añadido a la ruta de alpinismo la aproximación desde el último lugar
habitado, el monasterio de Rongbuk, a 5.100 metros de altitud, y a 30
kilómetros de distancia de donde aquellos empezaron la escalada.
El tiempo de Jornet, 38 horas, desde Rongbuk al inicio de la
escalada y de ahí a la cima del Everest, no ha cumplido las expectativas del
atleta catalán, quien antes de su escalada declaró poder hacerlo en 30 horas.
Lo demuestran los datos de su ascensión. A partir del campo base avanzado,
6.400 metros, el tiempo de subida y descenso es de 21:25 horas. Los problemas
digestivos que tuvo a partir de 7.700 metros le obligaron a emplear 12 horas en
la bajada, cuando el austriaco Stangl tardó la mitad.
La segunda vez que Kilian coronó el Everest -en la misma
semana- sin oxígeno artificial ni cuerdas fijas batió su propia marca con un
récord de 17 horas saliendo desde el campo base avanzado (6.500 metros) y en un
día con mucho viento.
En sólo 17 horas, sin ninguna ayuda externa, ni sherpas, ni
cuerdas fijas, ni campamentos intermedios
Para entender la hazaña del catalán, debe compararse con los
horarios normales. Los centenares de alpinistas que acampan al pie del monte,
emplean en la ascensión entre 4 y 6 días completos. Eso sí, parten del
campamento base avanzado, situado 1.400 metros más alto y 30 kilómetros más
cerca de donde partió Kílian Jornet. Por si fuera poco, suben ayudados por un
ejército de sherpas, que tiran de ellos y les llevan equipamiento y comida,
utilizan cuerdas fijas y se sirven del tramposo oxígeno embotellado, equiparado
con el dopingpor la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo, UIAA.
La escalada del Everest es el punto culminante de un
proyecto personal que Jornet emprendió en 2012. Summits of My Life (Cumbres de
mi vida), reto que iba a consistir en subir y descender en el menor tiempo
jamás realizado a las montañas más importantes para él, que coindicen con las
más emblemáticas e importantes de la Tierra. Lo haría utilizando el mínimo
material posible, esto es, evitando cuerdas fijas, ayudas de compañeros y
sherpas, oxígeno artificial, campamentos de altura y ninguna otra asistencia exterior
a lo que pudiera llevar encima. A tales exigencias añadió salir desde el último
lugar habitado al pie de cada montaña, lo que aumenta de forma considerable el
recorrido y el desnivel de las escaladas.
El reto iba a consistir en subir y descender en el menor
tiempo jamás realizado las montañas más importantes
En realidad, había comenzado el proyecto unos años antes.
Fue en 2010 cuando Kílian estableció el primero de sus récords siderales en las
cumbres más altas. Subió y bajó al Kilimanjaro, 5.891 metros y techo de África,
en siete horas y 15 minutos, rebajando en más de una hora el anterior
récord.Jornet no sólo no se contentó con cumplir sus objetivos, sino que en
varias ocasiones los multiplicó. Ocurrió en el Mont Blanc, techo de los Alpes y
cumbre más elevada de Europa Occidental con 4.807 metros. En el verano de 2012
acometió la escalada desde Courmayeur, último pueblo del lado italiano. En
solitario, sin cuerdas ni otra cosa que su piolet y un macuto mínimo, recorrió
la arista de la Innominata, itinerario de alta dificultad, alcanzó la cima del
Mont Blanc y descendió por el lado contrario hasta Chamonix, para marcar un
tiempo de seis horas y 17 minutos. Los alpinistas experimentados necesitan un
mínimo de dos jornadas para este recorrido.
Kílian en
el Everest.(8.848 m) Summits of my life
Al año siguiente, en agosto de 2013, salió desde la iglesia
de Chamonix, a 1.000 metros de altura, para subir de nuevo al Mont Blanc y
descender a continuación al mismo punto en cuatro horas y 57 minutos, Cuando lo
normal son dos días, saliendo eso sí desde una altura de 3.000 metros. Días
después hace lo propio con otra montaña mítica, el Matterhorn. Después de
partir desde Cervinia, alcanza los 4.476 metros de la cima y regresa al punto
de partida en sólo dos horas, 52 minutos y dos segundos, rebajando el anterior
récord en 22 minutos.Aquel mismo año intentó el Elbrus, la cima más alta de
toda Europa con 5.642 metros. Tras un viaje en la furgoneta en la que entonces
vivía en Chamonix, recorre más de 5.000 kilómetros, 50 horas non stop, para
empezar la subida de inmediato. Las malas condiciones climátias le hicieron
retirarse a 5.300 metros, a donde había subido en apenas dos horas y 45
minutos.En 2014 marchó al Denali, montaña de 6.194 metros también llamada McKinley,
la más alta de América del Norte. Batió el récord de ascensión en 11:48 horas,
a pesar del mal tiempo. "Quise evitar un tramo de cuerdas fijas, por eso
fui por una ruta distinta a la normal", señaló. El mismo 2014 se lanzó a
por el récord del Aconcagua, la montaña más alta de América del Sur, 6.962
metros. Marcó un tiempo de 12:49 horas, con salida y llegada al glaciar de
Horcones, el último punto habitado al pie de la montaña y a 38 kilómetros del
inicio de la subida.Cinco años después de su inicio, Kílian Jornet acaba de dar
la última vuelta de rosca a su desafío global en la montaña más alta del
planeta. Algunos de sus récords han sido batidos recientemente y en ocasiones,
como en el Elbrus, no logró su objetivo. Pero lo que ha hecho este formidable atleta
se ha convertido en inspiración para muchos deportistas y gente corriente, y es
seguro que sus gestas tardarán mucho tiempo en repetirse.